lunes, 2 de mayo de 2011

Ha llegado el momento de repensar el (importante) papel de los sindicatos

Ayer, 1 de mayo, se celebró el Día Internacional del Trabajo. La principal manifestación convocada por los sindicatos se celebró en Valencia. Según los organizadores se dieron cita 20.000 personas. Según estimaciones fotográficas sólo participaron unas 3.000 personas.Aun en el mejor de los supuestos, 20.000 personas suponen una participación exigua para reivindicar los derechos de los trabajadores y, sobre todo, protestar por los altísimos niveles de desempleo qu se registran en España. Sólo hace unos día las EPA revelaba que hay más de 4,9 millones de españoles en edad de trabajar sin empleo, más de 21 por ciento de la población activa.

El hecho de que la participación en la manifestación de Valencia haya sido tan escasa hay que achacarlo a, al menos, dos factores principales. Por un lado, desde el punto de vista sociológico, hoy cualquier fiesta (religiosa o civil) se toma como una fiesta, sin mayor significado, y se aprovecha para viajar, realizar actividades lúdicas o, simplemente, quedarse en casa.

Por otra parte, desde el punto de vista laboral las celebraciones del 1º de mayo están perdiendo su tradición reivindicadora por muchas razones. La enorme tasa de paro está provocando el desánimo y la apatía de buena parte de la población, especialmente de los parados. Los sindicatos han perdido su capacidad de convocatoria por varias razones: Su nivel de representatividad sigue siendo muy bajo, existe un claro divorcio entre el discurso oficial y el que se plantea en las empresas cuando se negocian los convenios, durante muchos años han sido complacientes con un Gobierno que no ha querido ni sabido tomar medidas contra la crisis, siguen manteniendo un discurso decimonónico que ya no encaja con el sistema e valores de la sociedad actual. Y todo en un contexto en el que las familias y la economía sumergida están sirviendo de colchón para soslayar una crisis que no se manifiesta en la calle pese a las cifras espectaculares que de parados.

Creo que es el momento de repensar la estructiura de los sindicatos y el papel que deben desempeñar en la sociedad y en la economía españolas. Hoy los sindicatos son enormes organizaciones burocratizadas que viven de los presupuestos públicos, que mantienen unos postulados caducos y que han perdido el prestigio de que gozaron hace no demasiados años. Esto es malo para una economía. Los sindicatos deben ser importantes, deben jugar un rol activo en la sociedad y deben actuar como elementos moderadores de la actividad económica para evitar los abusos que podrían producirse si no existieran. Para lograrlo habría que empezar por revisar su sistema de financiación. Una alternativa es que los ciudadanos decidan en su Declaración de la Renta si quieren que sus impuestos financien estas organizaciones. Ya se ha hecho con la Iglesia católica y ha funcionado.

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