lunes, 25 de abril de 2011

El caso Telefónica abre el debate sobre el ética del beneficio

El pasado mes de febrero se constituía el Consejo Empresarial para la Competitividad, una entidad compuesta por los máximos representantes de las 17 principales empresas españolas. Su objetivo, aportar ideas para mejorar la competitividad de las empresas y así conseguir que los mercados internacionales recobren la confianza en la economía espaola. Fue elegido presidente de este think tank empresarial César Alierta, presidente de Telefónica. En ese momento la opinión pública se volcó en favor a una iniciativa privada que todos veían como una forma de que la sociedad civil tomara la iniciativa frente a la pasividad y la tibieza del Gobierno para tomar verdaderas medidas reactivadoras de la economía.

Hoy, César Alierta vuelve a ser protagonista de crónicas, comentarios ty tertulias por razones bien distintas. La compañía que preside, telefónica, ha anunciado hace unos días unos beneficios de 10.167 millones de euros en 2010, más de un 30 por ciento más que en el año anterior, un reparto de unos 450 millones de euros en opciones sobre acciones para 1.900 directivos y un ajuste de plantilla de un 20 por ciento en los próximos tres años.

Evidentemente estamos hablando de datos diferentes, aunque todos relativos a la misma compañía y a un momento económico similar, que llaman la atención y causan estupor en la opinión pública. Evidentemente es muy bueno que la mayor compañía española sea rentable, muy rentable. Eso transmite confianza a los mercados, refuerza su posición internacional y se traduce en impuestos (las empresas que pierden dinero no pagan impuestos). También es bueno que los directivos, que por la que se ve han hecho un buen trabajo, cobren sus bonus. Si además lo hacen en opciones sobre acciones y de forma diferida en tres año, mejor que mejor.

El problema viene con el anuncio, simultáneo, del ajuste de plantilla en una cantidad tan importante. Puede que económicamente sea una medida justificada. Puede que la viabilidad a largo plazo de la empresa requiera medidas de este tipo (no se si de esa magnitud), aunque no es este el momento ni la forma. Sin embargo, desde el punto de vista ético la valoración aparece muy distinta. ¿Es lógico que una empresa que gana dinero haga ese ajuste de plantilla? ¿Es ético que el beneficio esté por encima de la parte social? ¿Donde está la políticia de Responsabilidad Social Corporativa?

Este es un debate que no debe quedar aquí y que debería ser objeto de una profunda reflexión, económica y social. ¿Es ético conseguir beneficios a costa de reducir empleos o de congelar sueldos? El tema queda sobre el tapete.

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